Esperé ansiosa tu llegada, sabía que vendrías hoy. Generalmente me ignoras una o dos semanas, pero luego llegas acá... el día martes, siempre los martes.Nunca entendí bien por qué, pero tenías completa seguridad de mi espera. Aguardé en el silencio y en la oscuridad, sólo la pequeña lámpara del living se mantenía encendida. Escuché la llave entrando en la cerradura de la puerta y vi tu rostro, tu hermoso rostro. Me miraste, te miré, me abrazaste, te abracé, y antes de que articularas palabra alguna supe que era el momento, presentí que lo sabías todo. Te tiré al suelo y suavemente entrelazé mis dedos alrededor de tu cuello. No te resististe. Miré por última vez tus ojos y esbocé una leve sonrisa en mi rostro. Qué dulce crimen, que inquietante ansiedad.